lunes, 12 de octubre de 2009

Octubre (13 ava parte).

Continuamos la publicación virtual de la novela "Entre sabores y sinsabores". En el archivo que aparece a la izquierda de su pantalla se irá configurando el detalle de la estructura completa de la obra.
Se sugiere al lector seguir el orden cronológico que presenta el archivo.


OCTUBRE

Octubre comenzó pleno de colorido, mis despertares tenían el ritmo de La Betania, que con “Ronda” , “Negue” y “Onde estará o meu amor” me colmaba de alegría en medio de una nostalgia energizante. Recordé las mañanas que nacían angustiosas, con noticias mortificantes, no estimulantes para emprender las obligaciones cotidianas. Con la voz de María me sentía mejor, era como andar por playas amplias con un mar azul, hermoso y rugiente, y así, más segura, más fuerte dejaba mi cama, mi casa y salía al mundo para conquistarlo.Caminaba por Olleros. Es una calle, bonita con farolas elegantes y maceteros plenos de los verdores vivos que me gusta tanto contemplar. La primavera se presentaba ese día con el esplendor de un día diáfano, temperatura agradable, por momentos calurosa Me detuve un momento y me senté, era imprescindible que anotara la dirección que me habían dado hacía unos instantes, resonaban las palabras de Donna que me insiste en que debo abandonar esos atisbos omnipotentes de guardar todo en mi memoria.Vi pasar los autos y recordé que Tony tendría listo mi auto a las cinco con lo cual pensé que debía hacer tiempo. La heladería de la esquina de Soldado de la Independencia sirve un buen café, así que me encaminé hacia ella.Los diarios del día y el delicioso café me acompañaron un buen rato. Nada hacía presagiar un encadenamiento de situaciones que marcarían esa tarde de un modo peculiar. Leía, cómoda, concentrada, al dar vuelta la hoja del diario se volcó la tacita con las últimas gotas que aún contenía, tomé una servilleta de papel y comencé a secar en tanto levantaba descuidadamente mi vista y fue en ese preciso instante que los vi, mi mano se detuvo, mi corazón también , como un golpe algo me invadió, sentí que el aire no me alcanzaba, me sentí apretujar en la silla, deseo imperioso de fundirme, empequeñecerme, reducirme, ser una Alicia que se vuelve miniatura y no ser vista , simular, mimetizarme, no estar allí, lograr una especie de evaporación acelerada que pudiera sacarme de ese lugar.Volví a mí, parpadeé, dejé la servilleta y los miré, los tenía tan cerca de mí. Eran vistos pero no me veían, rogué que todo siguiera así. En tanto hablaban y decidían mostraban un poco su perfil y por momentos sus espaldas, ahí estaba Juan con su jeans informal, una camisa de color crudo con ligeras rayas azules y una campera de buen corte, asomó levemente un pañuelo en su cuello que creí reconocer. Juan siempre se mostró con su ropa como un hombre actualizado, prolijo, con estilo muy propio, llamativo pero sin extravagancias, recordé nuestras discusiones cuando le proponía colores nuevos, fuera de sus clásicos de siempre: azul, rojo y blanco. Pasaron por mi cabeza los disgustos que tuvimos una tarde cuando Juan decidió cambiar una camisa lila que yo le había regalado. Las dimensiones que tomó el mal momento sirvió para que ambos aprendiéramos a respetar nuestras individualidades, capitalizamos una serie de cuestiones que nos llevaron a un mejor funcionamiento.Pero lo cierto es que los vi, parados comprando un enorme helado, que el hombre, mi hombre, el que había sido mío, le daba al niño, quien más inquieto, y haciendo un vaivén con su cuerpo me mostró fugazmente su rostro.Juan pagó y comenzaban a irse. Se detuvieron. Me di cuenta de que sólo era mi deseo que se alejaran, ellos tenían otros planes Juan se había ido hacía tiempo de mi vida, pero en esta ocasión había decidido sentarse y saborear un café que presuroso le acercó otro de los mozos. Juan quedó posicionado a dos mesas de distancia, de espaldas a mí, el pequeño me ofrecía un paisaje de flequillo dorado movedizo y abundante y dos manitas gordas que sostenían dificultosamente un cucurucho gigante. Me gustó mirarlo, me percibí como una voyerista, sentía que en esa escena estaban los seres cruciales de mi vida, pero al mismo tiempo la sentí como una escena vedada, como si perteneciera a otros, como si fuera una ladrona que roba algo que no le pertenece. Pero Juan me pertenece, claro, el otro, el Juan del ayer, no éste.Sólo bastaron unos segundos e imprevistamente Juan se incorporó, giró en tanto lo escuché decir “querés una servilleta”, sin esperar respuesta se dirigió a la mesa que había quedado libre entre nosotros y fue justo en ese instante que nuestros ojos se encontraron. Sonreí levemente, sentí el apretón de mis labios y el estiramiento de mis fosas nasales

- ¡Annabella!

- Hola Juan

- Hola, ¿cómo estás? Volvió a girar y dijo

- Vení (mientras se acercó a buscarlo)

- Te quiero presentar a una amiga, Annabella, él es Juan Martín..Juancho

- Hola ¿cómo estás? Hizo un ligero gesto con la cabeza sin dejar de comer el helado que le daba

color blanquecino a sus cachetes, nariz y remera

- Cómo van las cosas, el trabajo

- Bien, estoy bien, desde hace unos meses trabajando prendas de cuero, parece que es un

mercado que puede abrirse para mí, pero tuve que aprender bastantes cosas nuevas.

- Sentate, siéntense.


Mientras se sentaron nos miramos, confirmé que el pañuelo que traía puesto era aquel que le

había regalado Donna en un cumpleaños, creo al segundo año de nuestra convivencia y que

al recibirlo Juan le había dicho, los dos te lo agradecemos porque seguro que tu amiga también

lo va a usar.

Estuvo en lo cierto, muchas veces que eché mano en el cajón de los accesorios su color me

combinaba y bueno … el pañuelo era de los dos, como tantas cosas.

- Me pone contento esto que me contás, sé lo dedicada que sos, te va a ir bien. Andá midiendo los

pasos no te pongas impulsiva.


Volví a mí, volví a él , a escucharlo Juan me hablaba como si nos hubiéramos visto el día anterior


- No, ya sé, me cuido (sonreí) voy manejando la inversión.


Ese Juan que aparecía era el que tantas veces me estimuló en mis nuevos emprendimientos, me daba fuerza, seguridad, estaba apoyándome y aconsejándome.


- ¿Y vos?

- Bien con viajes a Colombia y a Costa Rica, más o menos en la frecuencia de siempre, pero voy a tener que hacer cambios.

No atinó a seguir

- Ah

- Bueno, vamos Juanchi, mami ya debe estar lista. Saludá a Annabella, dale un beso

- Un beso frío papá.Me sentí estremecer, me sentí morir, robada. Esas palabras eran nuestras y

ahora …

- Sí dale un beso

- Frío y limonado papá como dice mami

- ¡Alimonado! Juanchi,

Juan lo corrigió. Había códigos nuevos, otros que yo no compartía. Recibí mi beso frío, alimonado y pegajoso y otro simple, profundo que dejó una marca de fuego en mi mejilla. Y los vi irse. Abrí mi cartera, saqué mi cartuchera azul y mi cuaderno de notas aún, faltaba hora y media para pasar por lo de Tony. Era tiempo y momento para hacer un mandala.


Reunión 10

Fui la primera en llegar. Cabeza. Me sentía contenta. El día, si bien ventoso, lo sentía calmo, me encontraba cómoda, tranquila, Felipe me vio y levantó su mano en tanto inclinó su cabeza en un saludo gentil, respondí suavemente, es un soldado servicial de nuestra guardia pretoriana, siempre dispuesto a colaborar en las situaciones extras que le solicitamos. Recordé el día que a Ingrid le bajó la presión, llegó a desmayarse,fue poco tiempo después del incidente en su auto, cuando rompieron su vidrio y salió lastimada y muy asustada. Felipe corrió a buscar a Analía una joven médica, clienta y vecina quien contuvo la situación y ayudó a pasar ese mal momento…

- Hola ¿Qué estás leyendo?

- Hola no te vi llegar, es un texto de Pirandello, mirá te leo “El drama, para mí, reside aquí señor:

en la convicción que tengo, de que cada uno de nosotros se cree “uno”, pero que no es cierto: es

“tantos” señor, según las posibilidades de ser que existen en nosotros: “uno” con éste, ”uno” con

aquél, diferentes entre sí”.

- Hermosas palabras, sí lo conozco, Seis personajes en busca de un autor.

- Sí.

- Nosotras también somos seis, la vida es la que nos escribe los libretos…

- Me dijo…

- ¿Qué? ¿Quién?

- Bueno tranquila no te defiendas así, me dijo Hele que te encontraste con Juan y su hijo.

- Sí, pero todo tranquilo, la vida sigue, el mocoso es muy lindo, tiene el corte de cara de Juan

- Entonces vos bien.

- Sí, te cuento que me voy el fin de semana próximo con Pedro a Mendoza y nos quedamos hasta

el martes. Dice que lo de él ya es un escuatro.

- No entiendo.

- Dice que estrés no le alcanza para definir su cansancio a esta altura del año.

- Ah miralo, está gracioso, lo contagiaste con tus bufonadas.

-Te cuento que me llamó esta mañana y me cantó por teléfono “Tú que eres tan guapa y tan lista y tú que te mereces un príncipe un dentista tú... te quedas a mi lado y el mundo me parece más amable más humano menos raro y tú”....te vas conmigo a Mendoza. Decime que sí. Y le dije que sí porque me prometió que nos vamos a emborrachar.

- ¿Eh?

- Bueno, alguna noche, nada más.

- Ah.